Vuelven los polígonos
industriales, la suciedad y la ruina.
Los caminos rotos
el triunfo de las malas hierbas
la eléctrica cochambre
la estafa al contribuyente
la ilusión traicionada,
tendremos trabajo;
tendremos trabajo;
rota la esperanza
de que las cosan ya no serán igual;
serán peor,
un paisaje perdido
tendremos más ruinas
más vertederos
calambres en el estómago
un gargajo en la dignidad,
regalo de quien nunca pierde.
No hay belleza sin ética
Pasa, pasa, pasa caminando.
Visito el decimonónico pasaje Lodares, que le tenía ganas, y
doy un paseo que me despierta la curiosidad por esta ciudad apenas entrevista
en otros viajes.
Voy al hostal Atienzar (27 euros) que pone una lavadora gratis al
peregrino. Estoy a punto de llorar por el regalo. Qué decir, volveré siempre.
Una reunión de apátridas.
Busco a Enzo y vamos a cenar. En un kebab pizzería, se
organiza una reunión de apátridas. Un pakistaní, una rumana, una brasileña, un
italiano y yo. La mujer de Brasil y Enzo, que trabajó y se enamoró en Brasil, hablan
en portugués y los demás escuchamos distintos registros de la nostalgia. Luego
me interrogan a mí y deciden que, o soy italiano o argentino. Se decantan por
lo segundo y no se apean de su opinión, diga lo que diga yo.
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