jueves, 22 de junio de 2017

12. La Roda San Clemente

La Roda San Clemente 35 kms. Viernes 5 de mayo de 2017


El coleccionista de caminos. Un bando para los pueblos del camino. El Sr. Caracol.

Llovía al salir, no me lo esperaba y, en la calle, tengo que preparar el equipaje de agua. Prescindo del pantalón de plástico y el poncho. Un acierto porque pronto deja de llover y el chubasquero no sobra para el frío de la mañana.

Desde el primer momento camino con Manel que ayer creí tartamudo y resulta que su dificultad para hablar es producto de un desarreglo nervioso que sufrió hace pocos meses. La lumbalgia también es secuela de su dificultad para caminar. Es terrible el sufrimiento que trasluce. Vamos juntos quince kilómetros. Yo camino despacio pero no tanto como para que no acabe rompiéndose. Él quiere hacerse una foto conmigo y mandársela a alguien para tranquilizarle cuando sepa que va acompañado. Pero en un momento determinado me pide por favor que siga. Es como abandonar a un moribundo.

Casi nada más dejar a Manel me encuentro a Josep. Un barcelonés sentado en un montón de piedras masajeándose un pie. Se enfada cuando le digo que estoy haciendo el Camino de Levante y mantenemos una conversación algo surrealista.
Minaya
—Pero ¿qué es eso del Camino de Levante? Desde que he pasado Almansa todo el mundo está haciendo el Camino de Levante y éste es el del Sureste.
—Bueno, el Camino de Levante viene de Valencia y el del Sureste de Murcia y Alicante, pero aquí se juntan.
—Pero el que sale de Valencia ¿está marcado y eso? No me jodas. El de Levante es una variante del Sureste, que es el auténtico. Debían quitar los caminos secundarios, porque es un lío. A mí solo me quedan dos por hacer y resulta que ahora son tres.
Ahora lo entiendo, es un coleccionista de caminos y se ha llevado una sorpresa al saber que hay otro que no conocía.
—Pues el de Levante es fundamental, le digo, porque pasa por Xativa y la Font de la Figuera que son un nudo histórico en las comunicaciones… Voy improvisando para ponerle un poco más nervioso.
—Xativa y ¿la Font de qué? No me jodas. Yo voy con los cascos puestos y no sé si he pasado por ahí. Y ahora resulta que no va por los mismos sitios porque tú vas a San Clemente y yo al Pedernoso. Pero el camino auténtico no pasa por San Clemente.
Le explico, y esto es verdad, que en algún siglo, el dieciséis o diecisiete, algunas poblaciones grandes pusieron portazgo a los caminantes y muchos se desviaron para no pagar estableciendo varias rutas. Igual que en los caminos del norte, que hay tres con sus variantes. Pero San Clemente es fundamental porque es por donde pasa la antigua vía romana, y vuelvo a improvisar.

En esto llega otro caminante. Yo creo que es Manel, pero no. Es Susana, una americana de Minesota, que llega con energía. Saca de quicio a Josep cuando le dice que también está haciendo el Camino de Levante. Lo ves, alza la voz, todo el mundo cree que está en ese camino cuando en realidad es el del Sureste. Manel, ya llega a lo lejos, renqueante, también. En realidad solo he sabido de otra persona que sigue la vía del sureste. Susana se interesa por los pies doloridos de Josep y se dispone a ver e intervenir. Aprovechando la confusión, yo salgo pitando porque creo que todos van a quedarse en Minaya y yo tengo que llegar hasta San Clemente. Poco después de separarme de ellos me detengo en un pinar para cagar y me siento definitivamente dueño de mi destino. 

Cruzo Minaya y me impresiona. Es un pueblo calle, con un trazado romano que articula la Calle Grande. Enorme amplitud en las plazas. Limpio y silencioso. Lo cruzo entero sin ver a nadie y cuando en el último tramo, tengo que preguntar, no saben que por allí pasa el Camino de Santiago. A la salida está el hostal Antolín que paso sin otra referencia que una foto que hago desde lejos.
Salgo del pueblo mascullando un bando o un sermón, para el pregonero o el párroco de este pueblo y de todos los que no se ha dado por enterados de que por allí pasa el Camino de Santiago y que, aunque solo sea por el negocio, tendrían que saberlo:

“Se hace saber/queridos feligreses (depende). Por nuestras calles pasa… y es un orgullo… Ayudar al peregrino a seguir su camino o alojarle si lo necesita. En cualquier caso agradecen que les deseéis que tengan un buen camino. Es gente de todas partes del mundo que hablarán por donde vayan de los lugares por donde pasaron…” Algo así.

Buen tiempo para caminar. Me siento en un banco a la sombra junto a una fuente en la entrada de Casas de los Pinos. Allí escribo un cuento musical para contar a Irene y Pablo en el teléfono.

Iba por el camino, como siempre tocando la armónica, parabapapa parabará, cuando me encontré con el Sr. Caracol, con la casa a cuestas, como yo. Le dije:
—¿Quieres venir conmigo a Toledo?
Lo pensó y dijo…
Casas de los Pinos
—No, que está muy lejos. Mejor si me quedo debajo de una lechuga fresquita y de vez en cuando le doy un bocado.
—Pues tú te lo pierdes.
Y me fui, parabapapa parabará, tocando la armónica.

Pablo me responde pidiéndome que le lleve el caracol e Irene me pregunta que pasó con la lechuga.

El día anterior reservé una habitación para Enzo en San Clemente. Allí nos vemos. Enzo, Manel, Josep van partiendo las etapas y alternan el caminar con autobuses o taxis. Cenamos juntos Enzo, Manuel, Susana y yo y se monta una conversación en la que todos entendemos a medias lo que dice el otro. Susana sigue una tradición familiar de enamorados de España. Habla de Navarra, vaya usted a saber si Heminway tiene algo que ver. Manel quiere seguir pero está muy mal. De Josep no sabemos nada, suponemos que no habrá querido traicionar al autentico camino del Sureste.

Enzo se está retrasando y planea algún salto hasta Toledo. Me ofrece ir en su taxi hasta Mota del Cuervo y luego seguir hasta El Toboso y le digo que prefiero caminar. Entiendo que mi viaje es así. No voy a ninguna parte, tampoco a Santiago, y si no camino mi viaje no tiene sentido. Enzo me pregunta si todavía me pregunto por qué estoy haciendo esto. Más allá de porque me da la gana no encuentro razones. Entonces todo está bien, me dice.

En el hostal Plaza, que me han alojado en una habitación pequeñita y muy digna por quince euros, se portan de maravilla y me permiten dejar todas mis cosas en la habitación hasta que vuelva a por ellas esa tarde.

Mañana caminaré hasta Las Pedroñeras y allí me encontraré con Gloria. Luego nos volvemos a San Clemente y pasamos un día de descanso. Mi hermana llega ese día y al siguiente me acompaña en dirección a Mota del Cuervo.


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