Moixent La Font de la Figuera 18 kms. Viernes 28
de abril de 2017
La cama del caminante. Pasa el Sr. de Bilbao. Cantan los Bocheros. Frente a la casa del Guerrer de Moixent. Fontanars del Alforins y el vino. Los pájaros se callan y comienza a llover. Haikus de la ginesta y las amapolas.
No me esperaba que el alojamiento fuera un problema. No dejo
de darle vueltas: si llegas a un lugar y no puedes quedarte a dormir tienes que
seguir caminando puede que veinte kilómetros más sin la certeza de que allí puedas
quedarte, no son tiempos en los que un vecino te ofrece su casa o un pajar
aunque sea por unos céntimos y es evidente que no estoy en edad de dormir en el
suelo y por otra parte nadie me obliga a caminar, tal vez cuando seamos muchos,
cuando sea negocio habrá más alojamientos, supongo que siempre ha sido así.
En la Font de la Figuera tengo alojamiento y para dormir en
Almansa me aseguro con una llamada que en el convento Esclavas de María también
encontraré cama.
Preocupado no he dormido bien. Tal vez ayer cené demasiado o
estaba demasiado cansado por el esfuerzo. El caso es que salgo al camino con
sensación de pesadez pero tranquilo porque la jornada es corta. Sin lluvia ni
sol. Desde la cama escucho la algarabía de los pájaros que me anuncian que no está
lloviendo.
Hostal L'Amable. Font de la Figuera |
Me entretengo en los primeros vados por barrancos con agua y
también haciendo fotos a unos cardos marianos que me recuerdan mi infancia,
cuando nos comíamos el corazón como si fueran alcachofas. En las fotos estoy
cuando aparece el Sr. De Bilbao. Nos saludamos y le cedo el paso porque estamos
de acuerdo en que es mejor caminar solos. Tomé nota, en la jornada de ayer, de
que hay que ir a tu paso y no dejarte llevar por el de los demás. Además él
dijo que iba muy rápido y para mí hoy es un día de descanso. Nada más adelantarme
el peregrino comienza una cuesta arriba por un camino boscoso y resulta que no
iba tan rápido. Tengo que ir parándome para dejarle que se aleje.
Luego recorro un altiplano que tiene enfrente el cerro de
Les Alcusses y el poblado ibero que habitó el Guerrero de Moixent. El suelo
arcilloso se me pega a las zapatillas y añade un par de quilos en cada una. En
ese recorrido paso bajo unos pinos de tamaño descomunal, se anuncian bodegas de
la denominación de origen Fontanrs del Alforins y al bajar del altiplano hay
unas encinas enormes que abrazo.
Ir solo me permite prestar atención a mi paso y a su ritmo
fluyen las canciones. Ayer, hablando de Bilbao, recordé el amor de mi padre por
esta ciudad y se me vinieron a la cabeza las canciones de los Bocheros que él
canturreaba:
Vecinos de al lao
murmurando están
y Pedro en la cama
pimplao está.
Levántate Ramonachuuu…
Canto en voz alta y recuerdo el pick-up, la radio Phillips, los discos de 45 rpm. y a todos mis hermanos, que
también se las sabían. Imagino haikus a la ginesta, o la genista, que nunca sé
cómo es exactamente: amarillo, bocas, dragones a la altura de los ojos. Y a la
lechetrezna: verde brillante, gotitas de sangre blanca que curan la piel. Las
amapolas, las margaritas. Creo que las cunetas ya han dado de sí todo lo que puedo
imaginar. Hoy son infinitas porque se extienden a los prados y a las ramblas y
son inabarcables las propuestas de colores, formas y olores. Ya se acabaron los
naranjos, se acabarán los almendros y vendrán otras bellezas. Voy en un
permanente recreo, veré otras cosas pero quiero disfrutar esto y no quiero que
se acabe.
Cuando estoy muy cerca de La Font de la Figuera los pájaros
se callan y comienza a llover. En el pueblo me cruzo con el Sr. De Bilbao que
va al albergue de L’Amable. Yo he reservado y voy al hostal, treinta euros con
desayuno. El dueño disfruta recibiendo gente, es músico y cantante y me regala
canciones, melodías como si fueran francesas, que el mismo ha compuesto y canta
con buenísima voz.
En la habitación hago los estiramientos de rigor, lo que
mejor me va es levantar las piernas pegadas a la pared y ajustar la espalda al
suelo. Luego muy temprano a la cama porque mañana la jornada es más larga. Compongo dos haikus más:
No la ignoras,
sus bocas amarillas
se alzan ante ti.
AMAPOLAS
Rojo pálido,
la textura del rubor
grito callado.
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