jueves, 22 de junio de 2017

17. Quintanar de la Orden Villacañas

Quintanar de la Orden Villacañas 27 kms. Miércoles 10 de mayo de 2017

¡Las viñas, para los chinos! Santos, vírgenes, banderas y fútbol.

Amenaza tormenta y preparo equipaje de lluvia. Eso quiere decir que nada está a mano: ni la comida, ni la máquina de fotos, ni la armónica. Caen cuatro gotas y me paro para ponerme el chubasquero, pero la lluvia dura lo que tardo en ponérmelo.


La entrada a La Puebla de Almoradiel es por un paseo arbolado con rosas. Huele a tierra mojada, a camomila y lavanda. Es un pueblo camino, largo, y cuidado. Están anunciadas fiestas por San Isidro: el santo sobre banderas de España.

Hasta la Villa de Don Fadrique el camino es muy placentero. Entro en el pueblo y me dirijo al Rincón del Infante, en la Plaza Mayor. Este es el albergue desde el que me escribió Enzo y Manel. Me dan noticias de ellos. Enzo ha recortado para llegar a Zamora y llegar a Finisterre haciendo etapas ajustadas al maltrecho estado de sus pies. A Manel hubo que hacerle curas en los pies y creen que se habrá vuelto pero no saben dónde estará. De él me ha llegado un críptico mensaje: “Creo que Santiago me protege”. El dueño del hostal está muy entregado al camino. Yo le hablo de la poca atención que le prestan en algunos sitios, en Quintanar y Villacañas. Y él de la mucha que le prestan en el Toboso. Luego entra otra persona del pueblo y se enzarzan en delirios Cervantinos sobre el lugar manchego de su nacimiento y su posible enterramiento en Alcazar de San Juan.

La fábrica de nubes
En un bar como un bocadillo jugando con un niño que me imita en todo. Adivino que tiene una mochila de la “patrulla canina” y sale corriendo a refugiarse en la falda de su madre. Ha debido pensar que soy un mago. En la barra, un paisano habla por teléfono como si acarreara ganao.

Ya cerca de Villacañas hablo con un ciclista que también es caminante y desde una viña un agricultor me interroga sobre mi destino. Acabamos encontrando amigos comunes en Toledo. Cuida las viñas aun sabiendo que sus hijos las venderán. Pero es su entretenimiento después de haberse jubilado anticipadamente en un banco.

—¿Y cuando no puedas con ellas?
—¡Pa los chinos!

Hay obsesión con los chinos como última solución a la miseria y al abandono de la agricultura.

En Villacañas acaban de celebrar el Cristo de la Viga y para este fin de semana piensan celebrar una romería a la Virgen de Fátima en una campa que se llega por un camino que está arreglando el Ayuntamiento. Quienes caminan por estas fechas, sobre todo los extranjeros, se admiran de la cantidad de fiestas y de santos que se celebran en España. Ya me habían avisado que lo tuviera en cuenta por la ocupación de los hostales.

En Villacañas llueve toda la tarde de forma persistente pero mansa. No es problema para caminar mañana. Ocupo una mesa del hostal Pricky, mi alojamiento, donde meriendo y tomo notas. Al bar comienza a llegar gente que toma posiciones frente a la televisión para ver un partido, supongo que uno de esos “del siglo”. La mesa que ocupo la ansían quienes quieren ver el partido y me doy cuenta, pero aguanto un rato sin moverme. En la televisión leo una pancarta que resume el nivel moral de los aficionados: “Orgullosos de no ser como vosotros”. Es demasiado para mí, me levanto y me acerco a la barra para pagar. Una pareja de chicos jóvenes no se puede creer que la mesa quede libre y por fin se atreven a preguntarme:

—¿Se va?
—A mí el fútbol me la trae floja. —Tenía unas ganas enormes de decirlo—.

Se lanza a por la mesa y recibo un gesto cómplice y resignado de la chica que lo acompaña y que va a pasar una tarde estupenda de emociones con su novio.

El hostal Prickly es el más caro (38 euros con desayuno convencional) de los que llevo pagados, pero no el mejor. Se repite la tripleta ventero, ama y moza, en este caso sudamericana. Todo correcto; ajeno al camino.


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