jueves, 22 de junio de 2017

2. Algemesí-Xativa

Algemesí-Xativa. Martes 25 de abril de 2017

La basura en los caminos. Un hippy en góndola. I, com us enteneu? 



 Sabía que encontraría con quien hacer alguna etapa. Pues ya ha sucedido, y me parece bien.

No he dormido bien pero he estado nueve horas tumbado y me siento bastante recuperado. Me levanto, voy al aseo y, cuando vuelvo, María ya está lista. Nada más calzarme el talón me recuerda el dolor. Vamos a desayunar al Casino y un grupo de paisanos muestran su curiosidad por nuestras mochilas y preguntan. Uno de ellos sabe algunas frases en alemán y ayuda a María con algún problema del desayuno: tostada con aceite o con mantequilla. Luego se pone dicharachero y me pregunta a mí cuando llega el momento del “ataque”. Yo le hago un gesto sobre mi evidente edad y mi cansancio y los demás le afean amistosamente la insinuación. Por supuesto María entiende el diálogo.
A las siete y media, la hora prevista por María, estamos andando. Nos ponemos de acuerdo fácilmente en el paso y en la colaboración para encontrar las señales del camino. Sólo llevo un día y las flechas amarillas, que ayer eran un regalo, ya son un derecho, el soporte de la tranquilidad y, en su ausencia, del enojo.
No recuerdo como nos entendíamos pero nada quedaba sin explicar e incluso nos permitíamos alguna incursión en las opiniones sobre lo que veíamos. Ella llevaba bastones y pronto se quedó en manga corta. Yo llevaba dos mangas largas sobre la corta y me quité una, pero no me atreví a quitarme la otra por temor al sol. El día caluroso, más brumoso que claro.

De Algemesí a Xativa el camino para los caminantes es un laberinto de rotondas, carreteras secundarias, algunas con mucho tráfico, pasos elevados y túneles bajo autopistas o trenes. Los caminos están repletos de basuras y ruinas de todo tipo, industrias grandes y pequeñas, casas de labor, casetas de todo tipo, corralones. Un vertedero continuo salpicado de huertos o casas que sobreviven con la dignidad de sus flores que apabullan con su olor y que María disfruta extasiándose con su perfume. Los olores y el sucio abandono no son sensaciones de su país, pero no se queja, camina como si no viera lo malo, pero yo voy maldiciendo y, si no fuera porque la vergüenza es propia sería ajena. Las cunetas, aun en los lugares más degradados, están repletas de color y olores. Reconozco muchas plantas: la achicoria, la malva, el hinojo e imagino pequeños poemas, por qué no haikus, que las definan en mi memoria.

Vuelvo sobre los pensamientos del día anterior, sobre el abandono de los caminos que no sean para los coches, la incultura, la corrupción, la mansedumbre, la pérdida de la identidad enterrada en montañas de basura inconcebible, un país de cobardes… Como va en aumento la indignación busco momentos estéticos en las montañas y en las cunetas. Próximos a Xativa un huerto nos ofrece unas naranjas en muy buen estado. Cojo una perfumada de azahar y la mondo para regalársela a María pero no la quiere.

Al fondo los hippys
A la mitad del camino, en La Pobla Llarga, nos detuvimos para almorzar en un bar popular, bajo un porche plastificado, en el que un grupo discute sobre si cuando, en los años setenta, fueron a Formentera y a Mallorca, eran hippys o no lo eran.
—¿Pues no voy a serlo? Pues ¿no me ponía en pelota allí en Formentera? Y me inflaba de cerveza, todo el día tirado sin hacer nada.
—Porque estabas de vacaciones, pero lo que tú eras, como yo, era un currante.
No sé cómo se enredan pero suben el tono de voz y llegan a cuestiones personales.
—Y el día que fuimos a las cuevas esas. Iba en góndola y un tío cantando
—¿Un hippy en góndola? Vamos, no me jodas.
Los amigos les separan porque se les oye en toda la plaza. Al irse, ya un poco apaciguados uno nos pide perdón por los gritos. Yo se lo digo a María y le explico que aunque no lo pareciera, son muy amigos.

Al pasar por Carcaixent, por la puerta de una iglesia, María entró en ella, tomó un poco de agua bendita y se la puso en la frente. Luego en un descanso, me aproximo a una encina y la abrazo. A abrazar árboles me enseñó mi amigo Clemente que se lo enseñó su abuelo Pablo que lo aprendió de los peregrinos que iban a Santiago y se abrazaban a los robles para tomar algo de su fuerza. Yo lo hago también con las encinas y funciona. Cuando me vuelvo, María está con los brazos abiertos y las palmas de las manos hacia arriba, que se las frota en la cara al rato. Yo le explico por qué abrazo los árboles y ella por qué se detiene en equilibrio sobre las plantas de los pies: para sentir la tierra. Y como se calienta la cara con el calor del sol que ha recibido en las manos.

Ya está próxima Xativa. Al atravesar Manuel mantengo una divertida conversación con dos mujeres que se maravillan de que siendo de Toledo hable catalán. Lo celebran y se regocijan con risas y Mares de Déu. Se dirigen a María:

—I tu xicona, també parles català?
—No, es de Austría, les digo.
—Parles Castellá.
—No, alemány, aclaro
Y otra vez las risas y Mare de Déu.
—I, com us enteneu?
La otra tiene un hijo en Alemania y tenemos que despedirnos porque están encantadas con los peregrinos.

La llegada a Xativa es caótica. Cuando parece que está cerca se cruzan en el camino autopistas y vías de tren que nos obligan a agotadores rodeos. La entrada se hace por una carretera con muchísimo tráfico, sucia y peligrosa. Vuelvo al pensamiento enojado sobre la indiferencia ignorante de quienes mantienen un camino, que es referente del peregrinaje, en condiciones tan deplorables.
A la entrada de Xativa, por un paso subterráneo sucio y oscuro, María desfallece un instante, el agotamiento encuentra un hueco en sus defensas. Lo soluciona sujetándose en los bastones y sonriendo afronta la llegada a su albergue dónde nos despedimos. Mañana ya no caminaremos juntos. Ella solo tiene quince días y quiere llegar a Toledo. Yo me doy tres semanas y mañana haré media jornada, solo caminaré diez kilómetros.

Esta noche duermo en el hostal El Cigroner en el que gracias a mis amigos me hacen un buen precio. Es un buen sitio para descansar. En la ciudad repongo las gafas, que he perdido en el camino y compro protecciones para el tendón de Aquiles y la planta de los pies. No me han salido ampollas. Me voy pronto a la cama; ayer aprendí que el descanso es vital. Estiramientos, masajes y la duda de si mis dolores y moraduras irán a más o menos en los próximos días. Si aumentan tendría que dejarlo. Y entonces mi orgullo se rebela: No voy a dejar que otros piensen que no he podido.

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